Nos encanta decir que la Navidad ya ha llegado. Es algo que no podemos tocar, ni abrazar pese a que nos encantaría, pero sí lo podemos sentir y percibir.
Son esas fechas en las que se corta el frío y las decoraciones navideñas de las fachadas acuden en nuestro auxilio para darnos calor.
¿A quién no le gusta pasar, y pasear, recorriendo una calle decorada por Navidad? Resulta cálido, agradable, rezuma buen gusto y dedicación, porque quien se ha tomado la molestia de decorar la entrada de su hotel con motivos navideños, o la fachada de su negocio, o comercio, incluso un centro de belleza, o una escuela de baile, con arreglos florales navideños, o decoración navideña, lo ha hecho para compartir su espíritu navideño con quienes pasamos por delante en gesto de buena fe.
No hay más que traspasar un arco de flores navideñas, salpicadas con lucecitas cálidas, para comprender como nueva, o diferente, una acción cotidiana, como es entrar en un establecimiento, o local, en el que entras todas las semanas. Pero ese toquecito de buen gusto, y de calidez, te hacen sentir diferente. Y es que en Navidad nos sentimos diferentes: más amigables, más tiernos, más cariñosos y más receptivos y abiertos al prójimo.
Incluso cuando vamos a nuestros restaurantes favoritos, adentrarse en él y pasar por el marco de la puerta del restaurante decorado y personalizado con motivos navideños para hacer de una experiencia cotidiana algo diferente. O al pararte para picar algo con los amigos en la terraza de siempre y, a todo lo que la hace ser vuestra terraza, ahora le sumáis esa alegría compartida que es tener la fachada de la terraza decorada para la Navidad. ¿Verdad?
No podemos negar que, hasta el más maduro y serio de nuestros lectores se enternece cuando camina por su calle, o por su barrio, y ve los arbolitos de Navidad en la puerta de los establecimientos por los que pasamos a diario. ¿Quién no se ha puesto a soñar al cruzarse con un reno con el arbolito navideño en estas fechas? No podemos negar que visto el reno, imaginamos a Papá Noel, que no puede andar lejos.
Y si atamos cabos… quizás nos caiga algún regalito. Esa es la magia de la Navidad. Hacernos soñar, sentir el calor de quien se siente bienamado, sentirnos hermanados y comprender que su mensaje nos hace mejor persona a todos, y si es con ese toquecito místico, tierno y cariñoso, mejor que mejor. A todos nos gusta rememorar al yo que fuimos de pequeños y, precisamente, estas fechas son el mejor billete a la Felicidad, que rima con Navidad.
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