El girasol es una planta veraniega, y su flor irradia felicidad.

Y, aunque no todos lo sepáis, un girasol es un pequeño Delorean que nos hace viajar en el tiempo… Hemos observado que, muchos de vosotros, cuando nos pedís un ramo de girasoles en la tienda, se os cambia la mirada y, de repente veis a través de nosotros. Antes nos producía curiosidad, hasta nos desconcertaba, pero ahora, cuando vemos esa mirada ausente, lo celebramos, porque pensamos “lo hemos logrado, otro cliente viajando en el tiempo”.

Porque cuando recuperáis la mirada normal, y la ajustáis en los ojos del dependiente que os atiende, volvéis al presente, con los pies en Floristería Las Camelias y estáis apretando el ramo de girasoles bien fuerte, contra vuestro pecho. Cuántos habréis hecho el mismo comentario en ese instante, –acabo de ver los campos de girasoles que veía en verano, cuando mis padres nos llevaban a la playa, desde el coche: girasoles y más girasoles, un mar amarillo y verde azotado por el sol-, matizado, cada uno con su manera de hablar –Por un momento he recordado el prado de mis abuelos, en Galicia, todo cubierto de girasoles y me he visto andando entre ellos, como cuando era pequeña– y de expresar las cosas… de sentirlas –guardo el girasol, seco y consumido ya, que me regaló mi madre en su último verano-.

Ese es el poder del girasol.

Una flor de verano que puede perdurar hasta bien avanzado el otoño y que, sin decir ni pío. nos acompaña desde pequeños y forma parte de nuestros veranos azules en bicicleta. De nuestros viajes, algunos viajamos tanto en el tiempo que recordamos esos viajes sin aires acondicionados, pero seguimos evocándolos cuando atravesamos esos campos de girasoles que son para el verano, como las bicicletas, y ritualmente anhelan el sol y van girando para enfrentarse a él e irradiar su luz, su alegría, su vitalidad. Esta búsqueda del sol, de la luz, y de la vida hace del girasol una flor mística porque muchos ven en ese buscar el sol, la búsqueda de Dios.

Bendita idea de aquel viajero anónimo que se lio la manta a la cabeza y viajó para hacer las américas y, al regresar, se trajo una semilla de girasol a España… y con ella cambió nuestros horizontes y cambió el color de nuestros veranos por un amarillo intenso y vibrante.

Como veis no le falta literatura al girasol, imaginad si, además, le sumamos cada una de vuestras historias, y todas acompañadas por una sonrisa y un suspirito nostálgico… Por eso os ofrecemos la posibilidad de llevaros a casa un ramo de girasoles; un ramo de divinidad, un ramo de verano, un ramo de alegría y de felicidad.

Para muestra, unos pocos ejemplos de los ramos de girasoles que encontraréis en Floristería Las Camelias.

Empezamos por el clásico, el genuino y primigenio, el ramo de girasoles que, en su sencillez, lo tiene todo, sin presumir, modesto, silencioso pero colorido, hermoso y símbolo de éxito garantizado para quien lo decida regalar.

También pensamos en los amantes empedernidos de las rosas, nunca os olvidamos. Amantes que no pueden resistirse a la tentación de meter otra flor en su casa… por eso, para daros el doble placer y cero remordimientos de conciencia, tenemos esta sombrerera de girasoles, acompañados por tus rosas. No se puede pedir más. O, ¿sí? Porque este capazo de flores spring no desmerece y multiplica tus posibilidades cambiando las rosas por una gran variedad de flores.

Si el sol alimenta al girasol, hagamos que el girasol nos alimente a nosotros. Que ya lo hace, con sus pipas y sus aceites, pero si nos ceñimos a plantas y flores, que es lo que nos compete a nosotros, acompañad la experiencia veraniega del girasol con este centro de frutas tutifruti, y sumaréis alegría + vitamina C.