Hoy abordaremos un producto delicado relacionado con una realidad de la que a nadie le gusta hablar. Y lo haremos con la delicadeza y el tacto que merece, sobre todo en el presente otoño, porque no es un otoño cualquiera.

La pandemia de la COVID-19 ha sacudido al mundo entero. Y se está ensañando especialmente en España. Y dentro de España, dada la tasa de población, con la Comunidad de Madrid.

En los últimos meses hemos incorporado en nuestro vocabulario cotidiano términos que antaño parecían ciencia ficción: virus, pandemia… Y lo que es más triste, hemos mudado de hábitos. Por nuestra salud, pero generando cierto desconcierto al principio y desasosiego a medio plazo. Este año no hemos podido asistir a bodas, bautizos, comuniones, como tampoco hemos ido con la naturalidad habitual a cines o restaurantes. Tampoco visitamos las casas de los amigos, y los amigos no visitan las nuestras.

Así estamos por el COVID.

Pero un detalle curioso nos hace sentir un escalofrío en la columna vertebral… hemos incorporado un tema, como cotidiano, para hablar de él, que antes existía pero lo apartábamos porque resultaba incómodo. La muerte.

Y lo hemos incorporado porque rara es la persona que no conoce un caso de enfermo contagiado por COVID. Y no son menos los que han perdido a un amigo o a un familiar por el Coronavirus. Y lo más triste de todo, si cabe, no hemos podido despedir a los nuestros.

Queremos poner remedio a este último dato. A despedir a quienes nos dejan como bien se merecen, con cariño, con amor, sin negar las lágrimas en nuestros ojos, pero con la calidez que nos procura sentirnos reconfortados plasmando nuestro duelo en una corona de flores

 

con un centro de flores

 

o con un ramo de flores que, sin mitigar nuestro dolor, aporten un luto lleno de amor y de color.